viernes, junio 05, 2009

Simplemente

Me ha dado por preguntarme qué es lo más importante que nuestro Coaching puede aportar a la persona que se encuentra en frente nuestro y lo que aparece en primer lugar, lo más simple y obvio es la presencia. Estar frente y junto a otra persona para acogerla y acompañarla. Esta sola disponibilidad explícita es el fundamento del espacio privilegiado de intercambio que se crea durante el Coaching. Mucho más que las técnicas o las teorías, una presencia auténtica y plena logra transmitir la confianza que el coachee necesita para explorar su confusión y avanzar hacia un salto de conciencia que le permita mirar desde afuera sus máscaras y hábitos.
Al venir a la sesión, el coachee está abierto al cambio, dispuesto al movimiento, ya está en camino. Me doy cuenta que al tratar de controlar el proceso estoy proyectando miedo y falta de confianza. Mi responsabilidad es vaciarme de prejuicios y expectativas propias para catalizar lo que va surgiendo, convencida de que cada persona sabe en lo profundo lo que quiere y lo que busca. No se lo daré yo, sólo nos permitiremos por un instante agregar luz y oxígeno a su cuestionamiento. Mientras más vacía y clara me encuentre yo, más amplio se abre el espacio de acogida a la vivencia del otro y mejor me convierto en caja de resonancia para las chispas de intuición omnipresente.
No es lo que yo aporto, es aquello que juntos creamos en ese momento de apertura lo que constituye la magia y el poder formidable del Coaching.

Isabel Osorio