El Seminario de Sir John Whitmore, Coaching para la Transformación y el Liderazgo, me llenó de entusiasmo y de renovado aprecio por nuestra profesión destinada a apoyar a personas en su carrera y en su vida. Y me reveló la magnitud del desafío que enfrentamos quienes trabajamos como coach.
Retengo sobre todo la belleza de lo simple, su mensaje esencial, “conócete a ti mismo”, enseñanza transmitida desde los albores de la filosofía y de las escuelas espirituales. El Coaching no puede pasar al lado de esta admonición.
Durante los dos días del seminario tuvimos amplia oportunidad de practicar “Self Coaching”, ver dónde nos aprieta el zapato, reconocer qué nos impide fluir en la relación con el coachee y en la relación con nosotros mismos. Sobre todo pudimos reconocer qué nos hace sentir bien y nos permite proyectarnos como personas plenas y al tope de nuestro rendimiento. Surgen los mismos valores que identificamos cuando niños en relación con una persona mayor, significativa y querida: “confianza, respeto, escucha atenta y cariñosa, creían que yo podía, me presentaban desafíos, me trataban como a un igual, diversión, entusiasmo.”
En los lugares de trabajo nos privamos de esta alegría, la convención social prohibe un comportamiento tan simple y fundamental en la naturaleza humana. Se permite y se avala la prevalencia de enorme stress, competencia, rivalidad, frustración. Sin embargo, aunque reconocemos lo absurdo de esta situación, elegimos encontrarla normal, olvidarnos de quienes somos.
¿Una de las propuestas que permiten comenzar a desenmarañar esta implacable paradoja de la vida moderna? Buscar el equilibrio entre la Abscisa de juicios, números, logros, éxito, esfuerzos y la Ordenada de calidad, creatividad, valores y sentido, auto estima y aprecio de los demás, aspiración espiritual.
Y es maravilloso saber que, como Coach, tenemos la oportunidad y el privilegio de expandir la buena nueva. ¡Aunque parezca proselitismo!
Isabel Osorio